El poema se crea. El poeta nace. Y Frank Alejandro Cuesta tiene los ojos dorados; pero eso no cabe en ningún poema de Borges, ni de Rimbaud, porque únicamente forman parte del hombre que cada noche, cuando pretende dormir, se siente la criatura más sola del mundo, y, llegado a ese punto, inicia un poema nuevo cada noche; poemas que nunca termina porque el otro ―el que quiso ser―, lo abandona. Se abandonan, mutuamente.
– Luis Yuseff –
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